La ansiedad por comer (picoteo) es el enemigo de las dietas de adelgazamiento
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L&S.- La ansiedad por comer es un misterio. ¿Por qué uno se siente mal cuando come en exceso y sin embargo, se vuelve a caer en la tentación? Bien podría ser un sentimiento de compensación emocional por algo. ¿Cuántas veces vemos en las películas que una chica con algún conflicto emocional abre el congelador y ‹pilla› un tarro de helado? También vale el chocolate o cualquier dulce prohibido. Es una escena con un tinte melodramático y algo cómico que quiere representar que con esas ‹goloserías› se intenta exorcizar la amargura que inunda en ese momento la vida de la protagonista.
La comida, en ese momento, representa el «no me importa nada de nada, sólo quiero sentir el placer de comerme este helado y lo voy a hacer». Ese hecho, compensa la angustia (ansiedad) que pueda sentir en ese momento.
La ansiedad por comer lo dicta la cabeza, no el estómago
El comer es una compensación emocional para aplacar un sentimiento amargo si éste se repite mucho en el tiempo. Ya conocemos el resultado. El problema verdadero va a venir a partir de ahí. Se empieza a comer de manera compulsiva y no por hambre, sino, más bien como una compensación emocional y tras el atracón viene el sentimiento de culpa. Culpa y vergüenza por la falta de control ante alimentos ‘no aconsejables’, porque esta ansiedad ocurre precisamente con aquellos alimentos menos nutritivos y más calóricos: bollos, chocolate, helados, cremas y postres, chucherías, etc. y nunca con manzanas, naranjas o piña.
Llegados a este punto, la báscula y el espejo son el enemigo, porque dicen la verdad. También el armario, porque nos encoge la ropa bonita. El armario se abre menos a medida que la nevera se abre más. Cuándo se mira a aquellos vaqueros que tan bien nos sentaban, pero que ya no caben, la angustia se perpetúa… es un estado que obedece más a lo psicológico que a lo meramente físico. Es ansiedad. Se necesita una compensación emocional. Afecta emocionalmente y socialmente, porque se suele pensar que con semejante aspecto no se es digno o digna de ser aceptado. Entonces viene el mal humor, la apatía, la tristeza e incluso puede ser que hasta la vida íntima se vea muy afectada. O sea, ansiedad…
¿Es un problema más femenino que masculino?
La ansiedad por comer (según los especialistas) afecta mucho más a mujeres que a hombres. La presión por la perfección en el aspecto físico y al mismo tiempo la ardua labor que es llevar la casa, el trabajo y los hijos al mismo tiempo y desgraciadamente muchas veces en soledad, hace que las mujeres se vean desbordadas y angustiadas. El día suma 24 horas (se estire como se estire).
En una menor medida, al hombre también puede sufrir esta ansiedad. Llegan de trabajar tras su jornada cargados de estrés y problemas y antes de cambiarse siquiera los zapatos, abren la nevera y eligen según su capricho. También es una compensación emocional. Las tensiones del día a día en el trabajo muchas veces se ven agravadas por un estrés emocional o económico (o ambos a la vez) y lo aplacan de esa manera.
El tener menos tiempo, el no descansar debidamente, el no hacer ejercicio físico y a veces ni siquiera el tener tiempo de ocio de calidad hacen que estas malas prácticas canibalicen nuestras vidas. Las válvulas de escape pueden ser muy diversas: adicción al alcohol, adicción al tabaco, adicción al sexo, al juego y en el caso que nos ocupa: la adicción a la comida, o «ansiedad por comer» que no es menos dañina.
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La comida se convierte en un ansiolítico
Aquí se cumple la teoría del péndulo. Todos los extremos son malos y el equilibrio es lo deseable y lo más difícil de conseguir. El problema surge cuando el asunto se desborda y la ansiedad por comer no se controla. La obesidad y las enfermedades de origen nutricional (que son muchas más de las que imaginamos) empiezan adueñarse de nuestras vidas y dejan patente que «no podemos» reconducir la situación. Entonces vamos al médico, quién nos envía al endocrino y el endocrino trabaja sobre la nutrición y no sobre nuestras emociones y formas de pensar ante lo que nos agobia. Parece que nadie piensa en las emociones en estos casos. El estrés también engorda. No lo olvidemos.
¿Se puede evitar comer de forma compulsiva?
En estos casos, se acude a la comida para sentirse mejor. Esto es un comportamiento aprendido y todo lo aprendido se desaprende si uno se empeña en ello. Va a requerir compromiso. Un papel activo de la propia persona que come de forma compulsiva es lo que la va a ayudar al igual que en cualquier adicción. En algunos casos, la ansiedad por comer va a necesitar la ayuda de un psicólogo especialista en adicciones. Aunque en la mayoría de los casos, personas ‹golosas› o con una tendencia al ‹picoteo› a deshoras, pueden encontrar un aliado fortalecedor en la ingesta de buenos suplementos nutricionales. Por ejemplo la garcinia cambogia, el picolinato de cromo y algún drenante que ayude a eliminar grasas como el abedul. Con eso y mucha fuerza de voluntad, un poco de orden en lo que se come y largos paseos, puede ser suficiente.
Con el problema de la ansiedad por comer lo más importante es que se reconozca el problema y después, encontrar ayuda. El sólo hecho de saber que se está poniendo una medida hará mucho en mejorar el problema, sobre todo, la persona sentirá alivio, ganará en confianza y cambiará la forma en que se ve. Estará dando a su cuerpo lo que éste necesita y empezará a quererse mientras ve reaccionar la aguja de la báscula. Es una buena manera de cortar con el círculo vicioso.
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