L&S.- No importa el tipo de vida que hayamos tenido de pequeños. Cuándo echamos la vista atrás, los recuerdos que nos invaden siempre incluyen a la familia. Sobre todo saltan a la palestra los momentos felices por encima de los momentos duros. Imágenes difuminadas de la infancia nos dibujan escenas que presentan con más claridad cuándo la familia estaba implicada. Cuándo paseábamos junto a nuestros padres, el momento en que alguno de casa nos enseñó a montar en bicicleta, compartir año tras año con ellos las fechas navideñas, las vacaciones, etc.
La familia y la alimentación
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Es la influencia de la familia la que cobra mayor importancia en nuestros recuerdos. En los niños es todo su universo y como universo que es, deja una huella indeleble en todo lo que tiene que ver con su presencia. Y cómo no, también con su ausencia.
Cuándo sentarse en la mesa todos juntos es un ritual en el que se espera al que tarda. Además, el que tarda se da prisa para no hacer esperar a los demás. Todo con el fin de que toda la familia esté junta para comer o cenar. Son momentos en los que se producen oportunidades que no se repiten en ningún otro rato para hablar distendidamente de todo. Cómo ha transcurrido el día, lo que ha pasado en el colegio, sobre los estudios. También del trabajo, de proyectos que el grupo familiar tiene para el futuro, viajes, vacaciones, temas o noticias de interés general, etc. Son conversaciones en las que participa hasta el perro.
Una comida con nuestros hijos es el mejor momento de meter entre broma y chascarrillo, la enseñanza. Los principios y las correcciones, etc. Sin que el muchacho se dé cuenta de que se trata de disciplina. Además, por supuesto de aprender buenos hábitos y aptitudes sociales. Aptitudes cómo lo son dar, recibir, aguantar la crítica constructiva, ¿y por qué no? saber encajar una buena discusión de desacuerdo.
La familia y los tiempos modernos
Esto que hemos dicho parece un anacronismo. Las cosas han cambiado mucho. Con ello hemos cambiado todos sustancialmente hoy en día. Para las familias modernas el panorama se complica y cuesta mucho coincidir el padre, la madre y los hijos en el mismo horario en la mesa.
Los muchachos comen en la escuela, en las guarderías, etc. y los padres se llevan su Tupper o comen un menú en un restaurante. Apenas hay momentos de calidad para disfrutar de la calidez que la familia aporta al grupo. Y lo peor de todo es que ya no valoramos esos momentos. Y aun pudiendo cenar todos juntos, hay quienes no lo hacen. Los padres se quedan después del trabajo tomando unas cervezas en algún lugar público y llegan a sus casas cuándo los niños, hartos de ver la televisión, ya duermen. O simplemente los padres se esperan a que los niños se duerman para cenar.
Se pueden recuperar esas buenas costumbres
Por supuesto que se pueden recuperar los buenos hábitos de familia. Buenos hábitos sobre todo de alimentación. De la cual en buena parte va a depender la salud de los pequeños cuándo sean adultos. Para conseguirlo, debemos dar el ejemplo de ser los primeros en estar y respetar la cita. Los hijos son duplicadores. Van a repetir lo que nosotros como padres hagamos. Así que si nosotros estamos dispuestos a adoptar nuevos hábitos, ellos estarán encantados de seguirnos. Puede ser algo divertido para toda la familia.
Reglas para que la familia se siente a la mesa toda junta
- Que todos colaboren en poner la mesa y en quitar los platos cuándo se termine. Son buenos hábitos que no pesan.
- Marcar un horario que les venga bien a todos los miembros d y respetarlo.
- No hacer comidas diferentes. Que no se dé el énfasis a la comida, sino al grupo.
- Apagar la televisión, porque sin darse cuenta, todos los miembros de la familia tendrán sus cabezas desviadas hacia la televisión aunque no vean la programación. Hay que recordar que la televisión tiene un botón de encendido que también vale para apagar. Cuando la televisión está apagada, siempre surge la conversación y los miembros se miran a los ojos mientras hablan. ¡Haced la prueba!
- No aprovechemos el momento de esa comida para regañar a los niños, pedir cuentas, reprochar, etc. Una comida en familia no es el momento de «arreglar» cosas pendientes.
- Por muy nimio o absurdo que parezca algo que uno de los niños diga, se les debe escuchar y no reírse de él, sino, con él.
- Evitar las tensiones del tipo que sean. La familia está compartiendo un momento de paz.
- Los padres deben pedir las cosas por favor y dar las gracias. Los niños copian sin que se les obligue.
Es curioso, pero cuándo esto se da, puede ser realmente agradable para todos. La familia entera puede descubrir que le cuesta abandonar la mesa, porque se lo están pasando en grande. Transmitir el respeto hacia los alimentos y el momento de la comida, es fundamental. También es muy importante que los jovencitos aprendan a comprar y a elaborar alimentos en unidad familiar a fin de que sean autónomos en cuanto a la nutrición cuando lleguen a adultos.
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