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L&S.- La meningitis es una enfermedad muy temida, aunque no muy frecuente. Se caracteriza por la inflamación de las meninges.
Las meninges son unas cubiertas membranosas de 3 capas que recubren el sistema nervioso central y la médula espinal. A estas capas se las conoce como duramadre, aracnoides y piamadre. Están bañadas en un líquido llamado cefalorraquídeo, el cual protege al cerebro.
Vírica (benigna) y bacteriana. Esta última es un tipo de inflamación de las meninges que puede ser más grave y provoca secuelas que pueden ir desde sordera, hasta la muerte.
La meningitis bacteriana puede contraerse por tres tipos de bacterias capaces de transmitirse por vía aérea. Son los siguientes:
Son microorganismos presentes entre la flora bacteriana de la garganta y la nariz de muchas personas. En algunos casos, son capaces de traspasar la barrera de las vías respiratorias altas, para causar la enfermedad.
Existen vacunas con el intento de erradicarla. Se han incluido en el calendario de vacunación: anti-haemophilus influenzae tipo b, anti-meningococo C.
La inflamación de meninges de tipo bacteriano y la de tipo vírico se presentan en el cuerpo del paciente de maneras diferentes. Sobre todo en función de la edad del niño. En sus inicios se diferencia poco de cualquier infección viral común o bacteriana común. Dolor de cabeza muy alto, vómitos, fiebre (la cual no es demasiado alta). Cuándo el niño es pequeño y no puede hablar, el dolor de cabeza se interpreta mal. Puede entenderse como irritabilidad que desemboca en un continuo llanto. Esta situación puede durar varios días.
Al principio, puede ser muy difícil distinguir una meningitis de un cuadro gripal. En las horas siguientes, el niño empeora sensiblemente presentando mucho decaimiento y somnolencia. Además de los síntomas descritos, pueden aparecer manchas en la piel.
Para conseguir un diagnóstico preciso es necesario examinar el líquido céfalo-raquídeo. Como hemos dicho, éste cubre las meninges del paciente. Este líquido se altera, presentando claros signos de la enfermedad. A fin de conseguir una muestra de este fluido, es necesario practicar una punción lumbar. Consiste en meter una aguja entre dos vértebras de la parte lumbar. Sólo el médico decide si hay que hacerla o no tras una exploración.
El análisis del líquido cefaloraquídeo, confirmará o descartará la presencia de meningitis. Con este sistema de detección de la inflamación de las meninges también se define de qué tipo es. Si es vírica, o bacteriana.
La meningitis no se diagnostica mediante analítica de sangre, aunque sí vale para detectar el tipo. Pero la analítica no define si hay o no esta enfermedad.
Lo primero, es acudir con celeridad al médico o al centro sanitario más cercano. Se debe saber que no todos los niños que presenten un dolor de cabeza, vómitos y fiebre deberán acudir a un hospital. Casi siempre, se trata de una simple gripe o infecciones del tracto urinario. Enfermedades menos preocupantes que el propio pediatra puede diagnosticar.
Jamás administraremos al niño antibióticos sin el consentimiento del médico. En casos en que hay presente un virus, el antibiótico no tiene ninguna utilidad. Y si lo que tiene es una meningitis enmascarará el correcto diagnóstico.
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